El Campo de los Mártires no siempre ha tenido este nombre. Anteriormente, cuando fue el lugar desde el que Boabdil partió entregando Granada a los cristianos, se le conocía como Campo de Ahabul. Este fue el lugar elegido por los Reyes Católicos al tomar la ciudad para que se construyera la que sería la primera ermita del reino.
Pero estos no han sido sus únicos nombres, también se le conoció como Corral de los cautivos. Originariamente se construyó en memoria de los cristianos encarcelados en la Alhambra durante la dominación árabe. Posteriormente, en 1573, el santuario sería transformado por el Conde de Tendilla. Pasó a ser un convento de carmelitas descalzos, con varias capillas, numerosas dependencias y un claustro.
En 1842 pasa a ser propiedad del general Carlos Calderón y, posteriormente, del industrial belga afincado en Granada Huberto Meersman. Le siguieron el duque del Infantado y la ‘duquesa monja’ (sor Cristina Arteaga de la Cruz). El Palacete data del siglo XX, cuando se trazan los jardines y se agranda la alberca para darle el aspecto de lago que presenta actualmente.
En el año 1958 fue transferido al Ayuntamiento de Granada. En los años 70 casi permite que se convirtiera en un moderno hotel de cinco estrellas. Este amago fue paralizado por los granadinos. Ya en los años 80 el Campo de los Mártires adquiere su esplendor tras la realización de las últimas obras.
El estanque romántico
Hay una isla en mitad del lago artificial que adorna el jardín. Se trata de un rincón apacible, atemporal. Desde cualquier de los bancos de piedra que lo rodean podemos sentirnos esperando la llegada del siglo XIX.
Se puede acceder al islote desde el puente, recientemente restaurado. En el interior del islote puede disfrutarse del antiguo embarcadero que, antiguamente, contaba con una enorme barcaza con forma de cisne que permitía dar paseos por el estanque. Una escalera en espiral da acceso al torreón, cuya función es únicamente decorativa. El torreón ofrece unas vistas increíbles sobre el carmen, su entorno y prácticamente toda Granada.
Toda esta zona está rodeada de cañas de bambú, alguna palmera y arrayanes. Los madroños, los helechos o los cedros ofrecen una maravillosa sombra que cobija al visitante mientras este se abandona al sonido del agua del estanque. El Árbol de las pelucas, llamado así porque sus frutos están adornados por vellosos pedúnculos que parecen plumas y que por su uso ornamental arraigó en los jardines granadinos, ofrece sombra y si cabe un aspecto más bucólico a tan romántico paseo.