Un desastre evitable: El naufragio de La Herradura en 1562

El naufragio de La Herradura en 1562

La escuadra formada por 28 naves, estaba al mando de Juan de Mendoza, que no era Almirante; era Capitán General de Navíos y Galeras (cargo político) y, aunque no tenía mucha idea de navegación, estaba muy bien situado en la corte. Para más señas era sobrino de Luis Hurtado de Mendoza, Consejero de Estado.

El destino de la escuadra era Orán, y su misión reforzarla y defenderla del asedio Otomano. Contaba con algo más de 7000 personas, de las que murieron alrededor de 5000.

Eran marinos ya habían entrado en combate y conocían bien al «turco» y a los piratas berberiscos. Estos últimos se refugiaron en el norte de África cuando fueron expulsados por los Reyes Católicos. Eran bastante temidos por su bravura y sobre todo porque conocían mejor que nadie las costas del Mediterráneo.

Sabían que parte de la costa española estaba bien defendida por esas fortalezas que estaban preparadas para combatir la piratería.

Galera de la flota española del s.XVI en el reinado de Felipe II

Un itinerario interrumpido.

La escuadra se dirigía de Cartagena a Málaga para aprovisionarse. El puerto de Málaga estaba expuesto a levante decidieron volver hacia La Herradura y “protegerse al abrigo de éste por el brazo la Punta de la Mona”.

A la altura del Rincón de la Victoria la galera “Caballo de Nápoles” embistió a “La Soberana”, rompiéndole el timón y ésta tuvo que ser remolcada (esto apuntaba maneras).

La mayor parte de las naves eran de Andrea Doria, Almirante genovés (fallecido en 1560), que dejó algunas naves a Antonio Doria (12) y otras 6 a dos marinos napolitanos. Como dato curioso, Andrea Doria pasó de servir a Francisco I de Francia a Carlos I de España, dándole el dominio del Mediterráneo. En aquellos tiempos era habitual el “alquiler” de naves a almirantes napolitanos, genoveses, corsos…, incluso a particulares.

Los vientos cambiaron, los barcos naufragaron.

Pero sigamos con la narración del naufragio. Las galeras se dispusieron «en formación» cuando el viento se acentuó. Se situaron desde la Punta de la Mona hacia tierra, lanzaron dos anclas por nave y se amarraron entre ellas. Esto, jamás lo haría un almirante.

Al arreciar el viento los galeotes pidieron ejercer su derecho de ser liberados de los “hierros”, (cada nave disponía de 144 remeros condenados a galeras). El viento cambió y comenzó a soplar del suroeste, no dando lugar (ni tiempo) a levar las dos anclas y los amarres, golpeándose unas naves contra otras y hundiéndose 25 de las 28. Las tres que se libraron se refugiaron junto a lo que es hoy Marina del Este.

Monumento al naufragio de la Herradura en 1562

Los sobrevivientes fueron en su mayoría galeotes.

Se sabe que se salvaron aproximadamente 1700 galeotes, que no al no llevar armaduras, ni armas,  ni cosas de peso (a lo sumo un taparrabos y/o un jubón) y viendo la playa tan cerca nadaban hacia la orilla “que daba gusto”. El primo de Juan de Mendoza, a la sazón Gobernador del Reino de Granada, organizó un dispositivo para apresar a los galeotes y enviados a las galeras de Barcelona (recuperaban lo que era el motor de los barcos).

Juan de Mendoza murió en el naufragio al ser golpeado por una de las botavaras (palos horizontales de los mástiles) de “La Soberana”, que, por supuesto, estaba inoperativa. Las malas lenguas recogen que saltó al agua y se ahogó por el peso de sus petos y armaduras.

La ayuda de los sexitanos.

El ayuntamiento de Almuñécar se constituyó en cabildo y durante varios meses los habitantes de Almuñécar estuvieron recogiendo restos del naufragio, hasta que se “acabó” el dinero. Algún arriero, de nombre Félix, estuvo enviando cartas a la corte para que le pagaran haber dispuesto sus mulas para limpiar las playas y recuperar los tablones. (Mª del Carmen Calero Palacios, en una tesis doctoral recoge más de una de estas peticiones).

Frente a la costa de La Herradura, se encuentran restos de esas 25 naves del siglo XVI que guardan un importante pecio arqueológico.

 

 

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