Alhambra: historia guiada a la fortaleza roja
Propuesta como una de las 8 maravillas del mundo moderno, la Alhambra esconde entre sus muros mucho de ambos mundos. Del antiguo que conoció su auge y del moderno que, por suerte, sigue disfrutándola.
Historia
La Alhambra no sería lo que es si estuviera en otro lugar. Su historia es la de Granada, la de los cauces de los ríos que sacian su sed, la de los bosques la protegen. Es también la historia de la colina de la Sabika que la ensalza. Todos estos serán los aspectos que la convertirán en un enclave estratégico, un castillo imponente en un momento histórico que le otorgará la eternidad.
En un principio fue concebida como fortaleza militar en el siglo XI. Hay documentos que informan de asentamientos en la colina desde la época romana. No pasaría a ser un palacio hasta el establecimiento del reino nazarí. Será ahí cuando, en el siglo XIII, con Mohammed ibn Yusuf ben Nasr se construye el primer palacio y se abastece de agua a la fortaleza. En los siglos posteriores pasará a ser ciudad amurallada. Contaba con dos zonas principales: la zona militar o Alcazaba y la medina o ciudad palatina. Se contaba ya con el Generalife como la zona de huertas y jardines.
El fundador de la dinastía, Muhammed Al-Ahmar, comenzó con la restauración del antiguo fortín del siglo XI. Su hijo Muhammed II, terminó su creación y sus sucesores inmediatos continuaron con las reparaciones. Los palacios o Casa Real Vieja datan del siglo XIV. Son obra de dos grandes reyes: Yusuf I y Muhammed V. A Yusuf I se le atribuyen el Palacio de Comares, la Puerta de la Justicia, los Baños reales y algunas torres. Muhammed V es el responsable del embellecimiento de los palacios con la Sala de los Leones.
La toma de la ciudad es en 1492 por los Reyes Católicos. En 1526 se empieza a construir el Palacio de Carlos V, siendo Pedro Machuca su arquitecto. Será en esta etapa también cuando la Alhambra se convierta en una corte cristiana. Albergaba a ciudadanos insignes para lo que se construyeron nuevas estructuras. Entre ellas cuarteles militares, una Iglesia y un Monasterio Franciscano.
Conocer la Alhambra
Para conocer la Alhambra, visitarla es imprescindible. Pero llevar algunas nociones previas es fundamental. Si en la Alcazaba y el Generalife la expectación va subiendo, cuando uno entra en los Palacios Nazaríes suele abrumarse ante tanta belleza. Es importante saber hacia dónde mirar, dónde pararse.
Las paredes de la Alhambra están completamente cubiertos con decorados. Cerámica, yesería, cubiertas de madera eran los motivos decorativos de las paredes. La mayoría de los arcos interiores no sustentaban nada, su principal función era la de decorar. El arte musulmán tenía prohibido la representación de figuras, pese a lo que la fortaleza gozaba de diversos temas decorativos. Los principales motivos eran caligráficos, escritura cursiva y cúfica que expresaba que «sólo Dios es vencedor». La vegetación era otro de los motivos principales, llamada ataurique. También hay, aunque en menor medida, la lacería y las redes de rombos.
En la Alhambra se emplea un tipo de columna propio que no aparece en ninguna otra construcción. Es una columna de fuste cilíndrico muy fino, con una base que presenta una gran moldura cóncava, y adornada por anillos en su parte superior. El capitel, dividido en dos cuerpos, presenta en el primero, en forma de cilindro, una decoración muy sencilla y sobre él un prisma con los ángulos de la base redondeados, decorado de ataurique. Por último, pero no menos importante, la bóveda mocárabe era uno de los decorados más usados. Compuesta por celdillas o alvéolos superpuestos, destacan su utilización la Sala de los Abencerrajes y la Sala de las Dos Hermanas.
Si, como decía Platón, conocer es recordar, la mejor forma de conocer la Alhambra es que nos la recuerde alguien que ya la ha conocido. Por eso desde Balea Travel ofrecemos visitas guiadas a la Alhambra. Una experiencia que permite llevarnos hasta el corazón de la fortaleza. Una aventura histórica, familiar, en la que podrás disfrutar y aprender la propia experiencia que escapa a las palabras.